La vejez: pérdidas necesarias
01/03/2018
La vejez es una etapa de la vida que trae consigo numerosas pérdidas. Habrá quienes hablarán de ella con rabia. Pero existe otro punto de vista algo más esperanzador, que sostiene que si realmente elaboramos las pérdidas de la vejez, el duelo, puede liberarnos y conducirnos hacia una existencia creadora, hacia un mayor desarrollo, a la alegría y a la capacidad de gozar la vida, dice Judith Viorst, psicoanalista, en el libro Pérdidas Necesarias.
Sigue diciendo Viorst, que la edad nos puede castigar con pérdidas profundas e intensas –pérdidas de salud-, de nuestros seres queridos, de un hogar que ha sido nuestro refugio, del trabajo, de nuestra condición social, de la capacidad de control de nuestras decisiones. Nuestros sentidos nos comunican la decadencia de nuestras fuerzas y de nuestra belleza. Nuestros sentidos pierden agudeza y nuestros reflejos se vuelven lentos. Nuestro poder de concentración es más pobre, y somos menos eficientes para procesar nueva información y sufrimos pérdidas de memoria a corto plazo.
Sin embargo, no podemos hablar de la vejez como de una enfermedad, un estado terminal o una mera espera del final. Lo que determina la calidad de nuestra vejez es la actitud con que nos enfrentamos a nuestras pérdidas y la propia naturaleza de esas pérdidas.
La jubilación puede contribuir a crear ese sentimiento de disminución y se puede perder parte de autoestima. Y mientras que algunos aprovechan este periodo de la vida para embarcarse en viajes o nuevos proyectos, para dedicar más tiempo a su familia, para lograr que sus sueños se cumplan, hay otros que se sienten socialmente inútiles. El aislamiento y el aburrimiento pueden conducir a algunos a la desesperanza.
Vivimos en una sociedad en la que se rinde culto a la juventud y se aborrece a los ancianos sin disimulo. Y a medida que envejecemos la sociedad nos margina del juego de la vida.
De todas maneras, opina Viorst, no existe una manera exclusiva y correcta de vivir plenamente la vejez. Las personas envejecen de modos diferentes. Y, a veces, caminos bastante divergentes en la vida pueden conducir a lo que los sociólogos llaman la satisfacción de la ancianidad.
Es más fácil envejecer si no estamos ni somos aburridos, si tenemos amigos y proyectos de los cuales nos ocupamos, si somos abiertos y flexibles para someternos a las pérdidas inevitables.
La psicoterapia puede mitigar los problemas emocionales que la edad trae consigo, problemas que pueden incluso agudizarse con la vejez: ansiedad, hipocondría, paranoia y –sobretodo- depresión.
El trabajo psicológico con los ancianos puede provocar cambios asombrosos y transformaciones vitales, a través de un proceso de elaboración del duelo. Pueden recuperar su autoestima, les ayuda a perdonarse a otros y a perdonarse a sí mismos, y encontrar nuevas formas de adaptación cuando la vejez ha dejado obsoletas las anteriores.