Mi hijo no duerme
09/03/2022
Si has llegado hasta aquí, posiblemente eres una madre o padre cansado, que después de noches sin dormir buscas en internet si es normal que tu hijo tenga tantos despertares nocturnos. Efectivamente, según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, a los seis meses de edad el 52% de los niños tienen tres o más despertares. Al cabo de doce meses entre el 80-90% de los niños duermen al menos cinco horas seguidas. Así que calma, es normal y todo acaba pasando.
Ciertamente, la carencia de sueño influye en el estado físico y emocional de las personas y es habitual que los padres se encuentren irritables, agotados y con menos paciencia. La llegada del hijo es vivido con ilusión pero puede suponer una situación de estrés que afecta el ámbito laboral, la dinámica familiar y la relación de pareja.
Los padres van sumando semanas y meses sin dormir bien y a menudo entran en dinámicas y rutinas poco favorecedoras a largo plazo. En estos momentos puede ser útil coger perspectiva y recordar que el sueño es una función evolutiva que requiere la maduración del sistema nervioso, y que, por lo tanto, con el tiempo mejorará. Paciencia y constancia serán las palabras que más sentiréis. Y es así, adquirir un hábito de sueño de los más pequeños es un proceso cansado que requiere tiempo de aprendizaje. Una actitud decidida en la hora de separarse del hijo, lo ayudará a entender mejor la situación y refleja seguridad y confianza. Ahora bien, no tenemos que dejar de lado la comprensión y el autocuidado hacia uno mismo y hacer equipo con la pareja, puesto que serán partes fundamentales para hacerlo más soportable.
Lo que sabemos seguro es que acabarán durmiendo seguido y a medida que crecen, todos los niños serán capaces de dormirse solos. Hasta entonces hay aspectos que podemos trabajar por una buena higiene del sueño:
- Vigilar la temperatura, los ruidos y la luz de la habitación
- Tener en cuenta la influencia de los cambios en el desarrollo, logros motores y la introducción de la alimentación complementaria
- Mantener los mismos horarios de siestas y comidas
- Perseverar en una misma rutina antes de ir a dormir: pasar un rato juntos, baño, cuento, canción
- Tener en cuenta las ventanas de sueño y la duración de las siestas. Un sueño de calidad durante el día mejora el sueño nocturno.
Respetar las horas de sueño favorece el desarrollo físico, emocional y social, por eso es tan importando enseñarlos a dormir bien. Se ha comprobado que cuando hay una rutina fija, reducen los despertares y la calidad del sueño mejora. Las rutinas son importantes para los niños y también los adultos, puesto que ayudan estos últimos a tener mayor organización y tiempo en la logística familiar. Contar con tiempo propio favorece el bienestar de los padres y en consecuencia mejora la relación con el hijo.
En ocasiones las dificultades en el hábito del sueño de los más pequeños representan la punta del iceberg de un malestar en el niño o la familia. Por eso, si hace tiempo que estáis encallados con esta situación, merece la pena que consultáis para valorar vuestra situación y si os puede ser útil la ayuda de uno de nuestros profesionales.