Familias y vuelta al colegio
17/09/2020
Hace seis meses que estalló la crisis sanitaria en nuestro país y con ella muchos de los patrones conocidos de funcionamiento familiar.
El confinamiento ha tenido un gran impacto en nuestras vidas. Ha construido una nueva realidad con nuevos hábitos, nuevas rutinas y nuevas formas de relación y comunicación entre nosotros. El miedo y la incertidumbre vividas, el distanciamiento con familiares y amigos cercanos y, en algunos casos, la pérdida de algún familiar, han generado fuertes sentimientos de vulnerabilidad y ha demandado de nuestra capacidad de adaptación, con el esfuerzo emocional que esto implica.
El papel de los adultos con niños y adolescentes a cargo se ha puesto a prueba y en revisión constante durante este tiempo.
Ahora ha llegado el momento de volver a la escuela y al instituto. Es una oportunidad para que los hijos e hijas se reencuentren en un espacio de socialización y en un contexto que les es familiar; ahora será un poco diferente.
Los niños y jóvenes, por un lado sentirán la ilusión y las ganas de volver a ver los compañeros y las compañeras y de recuperar unas rutinas que contribuyen a crear un sentimiento de seguridad. Por otro lado, pueden sentir el miedo, incerteza, inseguridad e inquietud delante de una nueva realidad en el entrono escolar.
Transitar en este proceso supone un equilibrio constante entre conocer la realidad, poder mirar los miedos y asumir un criterio propio.
Como seres relacionales que somos, buscamos la proximidad y referencias en el entorno social. No obstante, hace falta ser consciente del riesgo de quedar atrapado en la gran cantidad de informaciones y opiniones a las que tenemos acceso actualmente.
¿Y qué hacemos con la inquietud?
La vuelta a la escuela puede producir en algunos niños, sobre todo los más pequeños, dificultades de adaptación: irritabilidad, frustración y reacciones más intensas delante de una situación que quizás no acaben de comprender del todo. En los mayores las dificultades se pueden traducir en el miedo a salir a la calle, miedo al contagio o a perder algún familiar.
Delante de estos posibles sentimientos es importante hacer una acompañamiento emocional y dar tiempo al proceso de adaptación de cada niño o adolescente, ofrecer escucha y atención activa, poner palabras a lo que puede estar experimentando y validar sus emociones.
Las familias están igualmente inmersas en esta montaña rusa de emociones contradictorias. Convivir con el miedo, la inseguridad, la incerteza no es fácil. Sin duda, los miedos forman parte del viaje. El propósito no es que desaparezcan, sino comprenderlos e integrarlos de manera que no acaben limitando un funcionamiento saludable. En la medida que el adulto pueda hacerlo, podrá acompañar más fácilmente al niño y al adolescente en el mismo proceso, ayudándolo a adquirir la seguridad para ir haciendo frente a los retos relacionales y vitales que se les presentan.
Queda patente que la vuelta a la escuela supone una mezcla de emociones para pequeños y grandes. En las próximas semanas necesitaran unos adultos cercanos, disponibles y atentos para ir traduciendo todo aquello que vayan experimentando y los ayuden a comprenderlo y darle sentido.